Aritz Urtubi Matalaz
Orreaga Nabar Estatu Pentsamendurako kidea
Esta es la ideología patata podrida de la ocupación no violenta que nuestros «representantes políticos», sin excepción alguna, se han tragado deliberadamente, con delicia, entera, cruda y sin pelar. Y lo que es peor, se la han hecho tragar a buena parte de nuestro país.
Es sorprendente y a la vez inducido, la capacidad de sorpresa que aún causan en nuestro pueblo los zarpazos continuos e invariables del imperialismo.
Las tropelías de la delincuencia imperialista organizada contra el pueblo vasco y su Estado constituido y posteriormente secuestrado, el Estado vascón de Nabarra, son todavía vistas como algo anómalo, como si su modo de actuar fuese algo novedoso a lo largo de toda su historia que empezó, en cuanto a nosotros respecta, con la invasión de nuestro ente estatal, raíz del conflicto político que padecemos desde hace más de ocho siglos.
Desmembración, ocupación, anexión, exterminio, agresión, bombardeo, incendio, ejecución, guerra, cárcel, tortura, secuestro, amenaza, coacción, destrucción racial-lingüística-cultural, expulsión, deportación, colonización, sustitución, inmersión, asimilación, liquidación, negación, humillación, división, separación, pillaje, extorsión, expoliación, violación, segregación, exclusión, redistribución, sumisión, intoxicación, regresión, falsificación, degradación, imposición, xenofobia, despotismo, absolutismo, subdesarrollo, persecución, autoritarismo, exaltación, revanchismo, criminalidad, indefensión, hambruna, asesinato, infanticidio, crueldad y terrorismo de masa son los ingredientes con los que han aderezado su pocilga culinaria para consumo y alimento del pueblo sometido y derrotado, hasta nuestros días.
Desconcierta, por lo tanto, esa tendencia que tenemos al tremendismo ante hechos consumados y por consumar, que son parte intrínseca del sistema imperialista de guerra y ocupación.
Sorprenderse y rasgarse las vestiduras ante las embestidas de un sujeto que se apoderó de todas las pertenencias de nuestro pueblo, previo exterminio de parte de nuestra población, denotan, además del síndrome del colonizado, un guiño de complicidad por parte del agredido hacia el agresor.
Es dar a entender que el imperialismo no es lo que es.
Que el imperialismo puede llegar a tener y mostrar una cara amable, solo es cuestión de no contrariarlo y mostrarse servil y agradecido con su presencia.
Que puede llegar a ser generoso y hasta beneficioso en ciertos aspectos y que debe ser respetado y considerado como un elemento más donde cabemos todos y donde debemos aprender a respetarnos los unos a los otros, acorde a las «diferentes sensibilidades que cohabitan» en nuestro paraíso terrenal. Un país para «todos»…
De que su misión no es la de tenernos sometidos y asfixiados en un proceso de lenta desaparición.
De que sus reacciones, aun con un cierto grado de virulencia, van a menos, siendo un signo de normalidad para la convivencia «democrática», en paz y en libertad.
De que la invasión de nuestro Estado se dio hace mucho tiempo y que quizás debiésemos aprender a convivir con ella y buscar puntos de encuentro con la delincuencia imperialista, en vez de incentivar las condiciones que propicien una oposición de nivel estratégico frente a él, de organizar la resistencia en defensa del derecho frente al delito.
Esta es la ideología patata podrida de la ocupación no violenta que nuestros «representantes políticos», sin excepción alguna, se han tragado deliberadamente, con delicia, entera, cruda y sin pelar. Y lo que es peor, se la han hecho tragar a buena parte de nuestro país.
Que nos produzcan conmoción, rechazo, rabia y preocupación, los desmanes del imperialismo en nuestras tierras es algo lógico y natural.
De ahí a no caracterizar en su dimensión política tal proceder, es desentenderse de la característica del depredador que nuestro pueblo tiene enfrente y cuáles son sus verdaderas intenciones con relación a nosotros.
Es, además, dar por inexistente el segundo párrafo de este escrito, dando el aval para que prescriban estos crímenes cometidos contra nuestro pueblo y así, dar continuidad a la situación actual basada en el delito.
No buscamos ni venganza ni resarcimiento, nuestro objetivo es la libertad.
La primera condición que debe darse para ello es la salida de nuestros territorios del imperialismo encarnado en las fuerzas de ocupación y todos sus servicios auxiliares.
La segunda, restablecer la legalidad, poniendo fin a la situación delictiva de la que fuimos víctimas durante todo el periodo de ocupación.
Es cuando ofreceremos los frutos de la libertad, no solamente a las siguientes generaciones, sino también, aunque sea solo en forma de homenaje, a las que tuvieron que pasar por todo el horror aquí descrito, en manos de los verdugos de este pueblo y no están hoy para contarlo.
Ellos son el eslabón que nunca se rompió ni se perdió y que hizo posible la continuidad de la lucha por nuestra libertad, de la cual forman-formáis parte.
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