Aritz Urtubi Matalaz
Orreaga Nabar Estatu Pentsamendurako kidea
Como seres humanos en posición claramente ventajosa –99% contra un 1%– tenemos que convertir esa relación de fuerzas favorables en algo tangible, en frenar en seco y desbordar luego a los guardianes de este inmenso campo de concentración y a todos sus cómplices, instigadores y ejecutores.
Vamos entrando en la siguiente etapa, prolongación de las anteriores. El G20, repleto de Young Global Leaders de la secta de Davos, reunido en Bali los días 15 y 16 de noviembre de 2022, en su comunicado final hace promoción del pase nazitario –algunos lo llaman sanitario– para «¿futuras?» pandemias… Que sepamos, la última que se han inventado, aún no ha sido judicializada vistos los cientos de miles de denuncias que se amontonan en sedes judiciales de todo el planeta, lo que no impide que sus responsables ya estén manos a la obra para asestar otro artero golpe a los ya mortificados ciudadanos que ven como sus vidas están condicionadas a los delirios de quiénes pretenden hacerse con el control absoluto de los pueblos.
El hecho insólito de esta cumbre fue no solamente la participación de dos sujetos, sino incluso la intervención de uno de ellos, no legitimado para intervenir, y que ponen los pelos de punta. Ni más ni menos que Klaus Schwab, que preside el Foro Económico Internacional de la Secta de Davos, al contrario de otros foros que sí pertenecen al G20 y el magnate Bill Gates cuyas «fundaciones» y demás tinglados que dirige y «financia», tampoco tienen cabida en esa reunión, más la presencia de la «presidenta» de la Comisión Europea, la tal Ursula von der Leyen, que si bien la CE es incomprensiblemente una de las participantes cuando los Estados europeos, incluida España como invitada permanente, están ya representados.
¿Con qué legitimidad estaban allí, no para observar sino para intervenir? ¿Cuáles son los pueblos que han elegido a estos tres personajes? ¿A qué Estados u organismos integrantes de dicha cumbre representan? ¿Del cuál Estado ostentan la jefatura?
Las intervenciones de corte más estratégico provinieron precisamente de uno de estos ilegítimos oradores en una cumbre de estas características, donde se dio el «lujo» de marcar abiertamente la estrategia de lo que ellos llaman el Nuevo Orden Mundial. Un G20 plegado a las directrices de los mundialistas no elegidos por ningún tipo de sufragio universal y plagado de alumnos que salen de sus escuelas, ostentando jefaturas de Estados nombradas a dedo, como es el caso reciente de Gran Bretaña.
Nos vamos a detener en los rasgos esenciales de la intervención precisamente de Klaus Schwab, el mencionado interviniente, y que cada cual saque su propia lectura. Expresa lo siguiente: «Estamos confrontados a una reestructuración profunda, sistémica y estructural de nuestro mundo. Cogerá un poco de tiempo. El mundo será diferente después de completar este proceso de transición». Lo dice sin pudor, sin tomar en cuenta la voluntad popular. Palabras de un golpista adulado por toda una corte de mandamases convertidos en títeres de una élite financiera que pretende hacer y deshacer a su antojo lo que les venga en gana dentro de sus desvaríos, que suponen la mayor amenaza actual a la cual está enfrentada la humanidad.
Ese foro económico mundial de Davos, que marca las líneas maestras de los Estados occidentales, destila similitudes extremadamente perturbadoras asociadas al nazismo.
Su apuesta distópica por el transhumanismo es ideológicamente el equivalente a la ideología nazi, donde prevalece la consideración de una sociedad compuesta por subhumanos y humanos superiores. Donde todo debe estar bajo un férreo control de las autoridades y donde es imprescindible coger posesión de la vida de los ciudadanos en todos los aspectos, abogando pública y abiertamente por aplicar la solución final a quiénes consideran les debe ser aplicada dicha «medida» por el bien del resto de la humanidad y el «equilibrio armonioso» del planeta. Constatación de que nos encontramos ante la vuelta de ese monstruo que, de manera ingenua, se creía haber vencido –y acabado con él– en el año 1945. Reaparece con otra apariencia, muy silenciada y no tan silenciosa, cuya finalidad nos retrotrae, con métodos diferentes y fines idénticos, a 80 años de nuestro pasado.
Consideran, los reunidos en Bali, muy positiva la «gestión internacional» de la plandemia y apoyan y alientan «una colaboración continua para la puesta en marcha de sistemas numéricos afín de reforzar la prevención y luchar contra las futuras –inventadas y provocadas– pandemias». Explicitan su apoyo total a las «vacunas» ARN-mensajero promovidas y jaleadas por la OMS. Anuncian que hay que crear redes mundiales –son mundialistas unipolares, no lo olvidemos– en materia de «salud numérica». «Una lucha» que debe apoyarse sobre los «éxitos» de las normas existentes y los certificados numéricos ligados a la covid-19. Textual.
Curiosidades de la vida, la federación rusa ha sido la única potencia que ha declinado participar de esta farsa de los mundialistas distópicos unipolares de sintomatología psicótica. ¿Por qué será?
Traducido, a los que sobrevivamos a esta monstruocracia, perderemos nuestra condición de seres humanos aspirantes a ser libres para convertirnos en un número que será monitorizado por el poder usurpante en aplicación del control absoluto de nuestros movimientos, nuestro consumo, nuestras relaciones y nuestras opiniones. Todo lo que sea un pensamiento o movimiento «políticamente incorrecto» conllevará su respectivo castigo.
Nuestros desplazamientos y nuestro consumo serán sujetos al «pase carbono». Una cartilla de racionamiento controlado por medio de los movimientos de nuestra cuenta o cuentas bancarias «el dinero físico tiene los días contados» donde una vez hayamos sobrepasado nuestro crédito carbono no tendremos derecho a consumir de nuevo, hasta, se supone, el siguiente plazo establecido por la Dictadura numérica, donde nos pondrán el contador de nuevo a cero. Es por nuestro bien, por un planeta ecológicamente «sostenible». No tiene importancia que sea insostenible para nuestra salud mental. Eso sí, el que disponga de medios financieros, podrá comprar un bono carbono para seguir consumiendo, aunque haya agotado la cuota adjudicada. En este caso, parece ser, el planeta no se resiente…
Nuestros smartphones, más las preciosas balizas correctamente situadas en la red de carreteras, informarán en todo momento de nuestros movimientos, aparte de saquearnos los bolsillos. Todo tipo de pago se efectuará por medio digital, se sabrá exactamente, al momento, lo que compramos y la cantidad. Cuando encendamos nuestros ordenadores y demás artilugios, deberemos antes poner la clave con nuestro número asignado, el mismo para todas las operaciones, bien sean sanitarias, bancarias, comerciales, administrativas, ocio y demás.
Todo incumplimiento «grave» a las normas establecidas nos supondrá el bloqueo de nuestra cuenta bancaria.
Prohibido hablar mal de la Dictadura, no consumir más de lo que nos está permitido en cuanto a alimentación y energías necesarias, tener al día los pinchazos de ARN-m, no necesitaremos viajar, para eso tendremos el metaverso sin movernos de nuestros hogares y viviremos «fantásticas aventuras», no necesitaremos tampoco contacto sexual físico con otro ser humano, de nuevo el metaverso y futuras tecnologías se encargarán de que no nos falte de nada.
Vendrán más obligaciones. Los exiguos derechos que disponíamos pasarán a «mejor vida». Abocados a perder nuestra condición de sujetos –si algún día la tuvimos– para pasar a ser objetos en manos de quienes disfrutan de la «nueva situación». Lo llamaban jocosamente, hace muy poco tiempo, la nueva normalidad.
Par muestra un botón, el canal de televisión más seguido en Francia, BFMTV, «obsequió» a la población con un documento «ficción» el 14 de noviembre de 2022, intitulado «2050, abramos los ojos». Quedémonos con el dato: 2050…
En dicho documental se llama a la lucha contra el «recalentamiento climático» –lo que ya sabemos, la geoingeniería– evocando la necesidad de un «permiso carbono», presentándolo como la llave del éxito frente al cambio climático. Lo denominan «la huella carbono». que es calculada por cada compra que haga el consumidor. La barra de pan, dice el documental, supondría 150 gramos de CO2, el filete de 250 gramos, 6 kg de CO2, un llenado de gasolina de 50 L serían 50 kg de CO2 y un vuelo Paris-Ney York supondrían 6 toneladas de CO2 en el consumo de cada uno y cada una de nosotros. ¿Será que cuando el río suena…?
Los ultra-ricos podrán seguir enriqueciéndose y viajar en jets privados mientras el populacho -nosotros- deberemos elegir entre la barra de pan o el llenado de gasolina.
Recordemos aquel mes de marzo de 2020, desde cuando nos intentan imponer un discurso que nos haga interiorizar y aceptar progresivamente su relato delirante. Pasamos de lo impensable a lo radical y poquito a poco a lo aceptable, para acabar en lo «razonable». La distopía hecha realidad.
Vista la gran aceptación y utilización masiva del ilegal pase nazitario –según su constitución– por parte de la población en aquellos días de apología a la plandemia batiendo récords, la cosa promete. Un experimento que podía parecer a primera vista arriesgado, pero no, les salió a las mil maravillas y ya no hay quién les frene, ni leyes ni llamamientos a conservar, cueste lo que cueste, la esencia del ser humano. Decía Andrés Rábago que «el poder emana del pueblo: de su sumisión, concretamente».
Tiempos muy difíciles para siquiera exponer datos contrastados en un mundo donde una mayoría de personas no es aún consciente de vivir dentro de la mentira y el ocultamiento, y que rechaza, por incómodo, tan siquiera debatir sobre esos datos, sobre esas indagaciones que se están tornando en evidencias, para nuestra desgracia.
Confiamos así todo en un retorno de situación. Para ello es imprescindible tener conocimiento, información sobre lo que está ocurriendo. Una vez la información cotejada y si ésta se va ajustando a las fatídicas previsiones, cada cual contraerá entonces su responsabilidad, primero con sí mismo, y lo más importante, no ya con el futuro sino con el presente de sus hijos y nietos. Sería aconsejable no demorarse en el tiempo en la detección de la amenaza que acecha.
Como seres humanos en posición claramente ventajosa –99% contra un 1%– tenemos que convertir esa relación de fuerzas favorables en algo tangible, en frenar en seco y desbordar luego a los guardianes de este inmenso campo de concentración y a todos sus cómplices, instigadores y ejecutores. Teniendo siempre en cuenta y no menospreciar que, de producirse una fuerte resistencia por parte de los pueblos en la esfera occidental, ellos, con toda probabilidad, intentarán activar un gigantesco conflicto bélico a nivel planetario con el fin de arrasar con esa resistencia que se opone a sus propósitos. Sólo lo pueden lograr si parte de ese 99% participase de su propia destrucción. No tropecemos dos veces sobre la misma piedra.
No contentos con ser un Estado invadido, con nuestros territorios bajo ocupación militar extranjera, nuestras instituciones propias –las verdaderas– secuestradas por dos potencias imperialistas y nuestra lengua en riesgo de desaparición, sólo nos faltaba añadir a todo ello la embestida de este nazismo resurgente que tiene en su punto de mira a nuestro pueblo y a otros muchos más.
A nosotros de adquirir la ventaja necesaria en el tablero de ajedrez en cuanto a anticipar movimientos tácticos se refiere y tomar las medidas precisas que impidan semejante atropello al devenir de las naciones, en sus loables y continuos intentos de abrirse caminos hacia la soberanía propia y la libertad plena.
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